Anna María Lluch Hernández, jefa del servicio de Oncología del Hospital Clínico de Valencia y referente nacional en el tratamiento del cáncer de mama, ha estado en la Universitat Politècnica de València, gracias a la cátedra de Economía de la Salud y Gestión Sanitaria, creada por ESTEVE. La prestigiosa oncóloga ha hablado de sus inicios, su trayectoria, sus rutinas, la importancia de la investigación y del futuro de la medicina.

Anna Lluch empieza el día de buena mañana. “A las 8 h, ya tenemos una reunión a la que asisten médicos, investigadores y residentes. Hacemos un repaso de la evolución de los pacientes y hablamos de la llegada de nuevos enfermos”. A continuación, se marchan a atender las consultas. “A diario, vemos a unos 25 o 30 pacientes. Eso nos obliga a tener la atención muy centrada en todas las complicaciones que presenta cada uno de ellos”.

La catedrática de Medicina en la Universitat de València cree en la relación médico-paciente. “En una mañana damos muchas noticias: buenas y malas. Forma parte de nuestra labor, pero nos cuesta mucho. Y es muy importante hacerlo bien, porque podemos ayudar a quitar angustias y ansiedades. La comunicación entre enfermo y médico es fundamental. Antes de que una persona entre por la puerta, los médicos ya debemos saber lo que les ocurre y qué opciones tienen. Debemos tener esa sensibilidad. Nada de consultar el ordenador ni de mostrar incertidumbres, porque eso no ayuda al enfermo. Hay que aprender a desarrollar feeling con el paciente”.

Una meta desde la infancia

Desde joven, Lluch tuvo la ilusión de dedicarse a la medicina. “Yo venía de un entorno rural, de jornaleros. No había antecedentes en mi familia de médicos, ni siquiera de titulados universitarios. Veía los escalones de la Facultad de Medicina y me preguntaba cuándo podría subirlos. Para mí, era una meta inalcanzable. Y, cuando por fin lo hice, me sentí la persona más feliz del mundo”.

En roulotte a Milán para aprender técnicas pioneras

En los años 80, Anna Lluch se especializó en oncología y empezó a interesarse por los cánceres de mamá y ginecológicos. La inquietud por las nuevas técnicas de diagnóstico le llevó a Milán, a donde viajó aprovechando sus vacaciones a bordo de una roulotte junto con la familia. Se instalaron en un camping con vistas al lago de Como, muy cerca del Instituto de Tumores de Milán, que era un centro pionero en el mundo.

“Yo los dejaba en el camping, cogía un tren a las 6 de la mañana y volvía a las 6 de la tarde. Mis dos hijos mayores tienen un recuerdo fabuloso de esa estancia en Italia. Al año siguiente, volvimos, yo, embarazada de mi hija, para terminar de aprender esa tecnología puntera que se empleaba allí. Hoy nadie puede imaginar que no se aplique esa metodología a cualquier paciente”.

Siguiente paso: la medicina de precisión

Esa fue la primera diana terapéutica. Pero luego llegaron más. El siguiente hito fue la formación en medicina personalizada o de precisión, en Houston, de la mano del equipo que mejor conoce la enfermedad. “Hoy, decir cáncer de mama es no decir nada. Hoy, gracias a la investigación en el genoma humano, podemos hablar con exactitud de qué se compone cada uno de los tumores. Y aplicar terapias diferentes. Hoy sabemos que más importante que el tratamiento es todo el proceso diagnóstico”.

Su primer objetivo fue “ayudar a la gente”. Pero su carrera derivó hacia la ciencia cuando asumió que “sin investigación no hay avances en medicina. Sin investigación, no hay progreso, ni cura. Un hospital no puede concebirse solo como atención a pacientes. Es imprescindible que cuente con una parte investigadora potente. Una investigación sin enfermos no tiene sentido y viceversa, tampoco”.

Y la multidisciplinariedad, en su opinión, es irrenunciable. “En mi equipo, la mitad del personal tiene perfiles informáticos, estadísticos o son biólogos”. Los residentes a su cargo reparten la semana entre la consulta y el laboratorio. “Dos o tres días en cada sitio. Es la manera. Tendremos que convencer de ello a nuestros políticos sanitarios”, insiste.

Un futuro brillante

Finalmente, a los estudiantes, Anna Lluch les diría que “no se desanimen. Que no crean que no hay soluciones. Las soluciones no existen si no luchamos por ellas. Hemos avanzado mucho y hemos sensibilizado a la sociedad. Pero nos queda mucho camino por recorrer. La carrera investigadora [en España] tiene futuro. Y es un futuro brillante”.

La conferencia de Anna Lluch generó una gran expectación entre la comunidad universitaria y el sector médico. El viernes 12 de abril, la oncóloga volverá a visitar la UPV con motivo de la Jornada de Oncología y Bioinformática. Será una nueva oportunidad de escuchar a esta referente nacional.